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ÉTICA Y EDUCACIÓN



Es preciso deliberar sobre la pretensión moral de la práctica educativa con la pretensión de resaltar que se trata de una tarea intrínsecamente moral en donde necesariamente intervienen nuestros juicios y valoraciones.

Educar en valores es algo que los profesionales de la enseñanza han hecho siempre, siguen haciendo y nunca podrán dejar de hacer. Toda acción educativa es ya una actividad cargada de valor, lleva implícitos unos valores. Ningún profesor, (y el de educación de personas adultas no es una excepción), puede pretender, sin engañarse a sí mismo, que se limita a realizar una labor de transmisión de los conocimientos que corresponden a su especialidad. Nunca se puede sólo enseñar, se educa siempre.

La educación empieza por sentirnos miembros de comunidades: familiar, religiosa, cultural...pero también como pertenecientes a una comunidad política concreta. Además de ser miembros de una familia, de una cultura, de una confesión religiosa, nacemos en una sociedad, pertenecemos a una comunidad política determinada en la que tenemos la categoría de ciudadanos. La educación en valores no puede limitarse a la construcción de la personalidad moral individual, debe interesarse al mismo tiempo por formar ciudadanos.

Por ello, el docente no puede verse sino como un agente moral, alguien cuyo trabajo puede ser entendido como un arte práctico en el que lo fundamental es la dimensión moral.

En otro sentido, muchas veces como docentes nos guiamos de cómo va a ser el encuentro pedagógico con nuestros estudiantes, es decir, nos guiamos con un "manual de ética" donde pocas veces llevamos a la práctica como debe ser, ya que muchas veces no hacemos lo que profesamos y es allí donde el estudiante emite juicios y se ve sumergido dentro de un cúmulo de ideas y concepciones muchas veces erradas por falta de una convicción ética y moral del mismo docente.

Como todos sabemos, los manuales éticos quedan meramente plasmados en papel, y llegan a convertirse en libros de recetas, en inventarios que con el pasar del tiempo deja de ajustarse a lo que la sociedad promulga o sostiene si no se le da el adecuado uso en la praxis no sólo educativa, sino en todos los ámbitos sociales e intelectuales.

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